
Allí justamente, allí estará tu cuerpo. En ese gran fondo blanco te podría pintar, si seguramente te podría pintar. La acuarela, en mis manos trazaría colores inimaginables acerca de tu cuerpo. Iniciaría con muchas letras en tus pies, textos y citas porque así te conocí también a través de tus escritos. Luego estructuraría tus tobillos con noches de baile y luces de neón, escucharía música británica para hacer dicho acto. Tus pantorrillas florecerían rojas, rojas como tu rubor cuando nos tendíamos en el pasto. Tus rodillas serian del color del puerto, recorriendo cafés y calles. Tus muslos serian del color de nuestras manos, las que se posaban en tus muslos cada vez que estaban juntas. Tu vientre, sería el centro de todo, coexistirían una mezcla de colores tal que superaría a las obras de todos los grandes que habitan tu habitación. Tus senos, serian pequeñas lagunas donde se puede beber de aquel elixir placentero. Tus brazos serian un gran abrazo y de colores cálidos. Tu cuello tendría una apariencia dulce, como aquellos tés y pasteles de media tarde. Tu rostro, lo retocaría de suaves rasgos, finos, muy finos trazos, colorearía tus pequeños ojos pero con un mar negro bajo ellos. Tu cabello seria un mapa de estrellas, porque es como el infinito, sería la mejor noche estrellada.
Sin duda lo más dulce es también lo más contradictorio, difícil pedir razones, difícil no sentir mariposas pero también lágrimas
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